sábado, 12 de octubre de 2019

Buen pianista y organista ... by Mark de Zabaleta

Giacomo Puccini nació en el seno de una familia en la que muchos de sus miembros habían sido, desde el siglo XVIII, el maestro de capilla de la catedral de Lucca. Tras la muerte  de su padre, Giacomo, pese a no tener un gran talento musical, estaba destinado a seguir la tradición familiar, por lo que enseguida le pusieron a estudiar con su tío Fortunato Magi, ciertamente con pobres resultados…
Fue a la edad de quince años cuando el director del Instituto de Música de Lucca consiguió despertar su interés por el mundo de los sonidos. Puccini se reveló entonces como un buen pianista y organista cuya presencia se disputaban los principales salones e iglesias de la ciudad.
En 1876, escuchó en Pisa la ópera Aida de Verdi, y esto fue una auténtica revelación para él, y bajo su influencia, decidió dedicar todos sus esfuerzos a la composición operística, aunque ello implicara dejar la sacra tradición familiar. Sus estudios en el Conservatorio de Milán con Ponchielli, su maestro, le llevaron a componer su primera obra para la escena, una ópera en un acto estrenada en 1884, le Villi, con un cierto éxito.
Fue con su tercera ópera, Manon Lescaut, con la que Puccini encontró realmente su camino. El estreno de la obra supuso toda una consagración, confirmada por su posterior trabajo, La Bohème, uno de sus grandes logros. En 1900 vio la luz la ópera más dramática de su catálogo, Tosca, y cuatro años más tarde la famosa Madame Butterfly.
Su peculiar estilo estaba plenamente configurado. La tradición vocal italiana se integraba en un discurso musical fluido y continuo en el que se diluían las diferencias entre los distintos números de la partitura, al mismo tiempo que se guardaba un fondo de algunos temas recurrentes, como hacdía Wagner. Además añadía un personal e inconfundible sentido melódico en sus óperas, una de las claves de su gran aceptación entre el público.
Pero tras Madame Butterfly, Puccini inició una nueva etapa, caracterizada por conceder mayor importancia a la orquesta y por abrirse a armonías nuevas, en ocasiones en los límites de la tonalidad, que revelaban el interés del compositor por la música de Debussy.  El músico de Lucca quiso incluso renovar los argumentos de sus óperas, abogando por un mayor realismo.
Todo ello le llevó a que sus nuevas óperas, entre ellas las que integran Il Trittico no alcanzaran, pese a su calidad, el mismo grado de popularidad que sus obras anteriores. Su última ópera, la más moderna y arriesgada de cuantas escribió, Turandot, quedó inconclusa a su muerte…

Mark de Zabaleta


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