Franz Xaver Süssmayr
(1766 - 1803) fue un clarinetista y compositor de
música clásica, discípulo de Wolfgang Amadeus Mozart. La historia le recuerda
por terminar el Réquiem de su maestro, obra que siempre quedará como un trabajo
inacabado.
Nació en Austria, y era
hijo de un sacristán y de una maestra. Fue cantor en un monasterio benedictino,
y, tras cambiar su voz, se hizo violinista.
Desde que llegó a Viena
en 1788, estuvo muy unido a Mozart. Aunque fue alumno del otro compositor
destacado del momento, Antonio Salieri, durante algún tiempo, formó
parte del reducido grupo de alumnos que tenía Mozart. Aunque su composición más
conocida fue la finalización del Réquiem, compuso muchas misas y oratorios,
como el Ave María (1792).
Constanze Weber, la viuda
de Mozart, le pide la conclusión del Requiem al discípulo que había estado junto
al maestro en su lecho de muerte, trabajando con él, precisamente, en la
composición de este encargo.
De las ocho secciones que
lo componen, Mozart sólo termina de modo completo las dos primeras, el
Introitus y la magnífica fuga del Kyrie, de complicada
interpretación, así como, posiblemente, el Dies Irae. Del resto del
Ofertorio, las partes vocales proceden de la mano de Mozart, así como también
algunos fragmentos de cuerda y de viento, siendo completado por Süssmayr, que
lo hace siguiendo las instrucciones del maestro. El Sanctus, el Benedictus y
el Agnus Dei pertenecen enteramente a Süssmayr.
La “maldición del
Requiem” que acompaña a Mozart, quien, ciertamente, muere en
su elaboración, acompañará también a su segundo autor, Süssmayr, que morirá
de tuberculosis el 17 de septiembre de 1803, a los 37 años, una edad similar
a la del fallecimiento de Mozart. Pero no sólo él: también Joseph Leopold
Eybler, otro discípulo de Mozart (al que Constanze también habría ofrecido
terminar la obra), que, aunque murió a los 81 años, sufrió un derrame
cerebral en 1833, dirigiendo precisamente el Requiem.
Aunque la película pone a
un hombre de negro como el origen del encargo del Requiem, fue, en realidad, un
emisario del Conde Franz von Walsegg, que quería dedicar el réquiem a su
propia esposa fallecida. El Conde dirigió esta obra en la misa que conmemoraba
la muerte de su esposa celebrada el 14 de diciembre de 1793.
“Las maldiciones
no van nunca más allá de los labios que las profieren” ...
(William
Shakespeare)
Mark de Zabaleta
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