Giacomo Puccini nació en el seno de
una familia en la que muchos de sus miembros habían sido, desde el siglo XVIII,
el maestro de capilla de la catedral de Lucca. Tras la muerte de su padre, Giacomo, pese a no tener un gran
talento musical, estaba destinado a seguir la tradición familiar, por lo que
enseguida le pusieron a estudiar con su tío Fortunato Magi, ciertamente con
pobres resultados…
Fue a la edad de quince años cuando el
director del Instituto de Música de Lucca consiguió despertar su interés por el
mundo de los sonidos. Puccini se reveló entonces como un buen pianista y
organista cuya presencia se disputaban los principales salones e iglesias de la
ciudad.
En 1876, escuchó en Pisa la ópera Aida
de Verdi, y esto fue una auténtica revelación para él, y bajo su influencia,
decidió dedicar todos sus esfuerzos a la composición operística, aunque ello
implicara dejar la sacra tradición familiar. Sus estudios en el Conservatorio
de Milán con Ponchielli, su maestro, le llevaron a componer su primera obra
para la escena, una ópera en un acto estrenada en 1884, le Villi, con un cierto
éxito.
Fue con su tercera ópera, Manon
Lescaut, con la que Puccini encontró realmente su camino. El estreno de la obra
supuso toda una consagración, confirmada por su posterior trabajo, La Bohème,
uno de sus grandes logros. En 1900 vio la luz la ópera más dramática de su
catálogo, Tosca, y cuatro años más tarde la famosa Madame Butterfly.
Su peculiar estilo estaba plenamente
configurado. La tradición vocal italiana se integraba en un discurso musical
fluido y continuo en el que se diluían las diferencias entre los distintos
números de la partitura, al mismo tiempo que se guardaba un fondo de algunos
temas recurrentes, como hacdía Wagner. Además añadía un personal e
inconfundible sentido melódico en sus óperas, una de las claves de su gran
aceptación entre el público.
Pero tras Madame Butterfly, Puccini
inició una nueva etapa, caracterizada por conceder mayor importancia a la
orquesta y por abrirse a armonías nuevas, en ocasiones en los límites de la
tonalidad, que revelaban el interés del compositor por la música de
Debussy. El músico de Lucca quiso incluso
renovar los argumentos de sus óperas, abogando por un mayor realismo.
Todo ello le llevó a que sus nuevas
óperas, entre ellas las que integran Il Trittico no alcanzaran, pese a su
calidad, el mismo grado de popularidad que sus obras anteriores. Su última
ópera, la más moderna y arriesgada de cuantas escribió, Turandot, quedó
inconclusa a su muerte…
Mark de Zabaleta